miércoles, 12 de diciembre de 2018

¡Feliz Navidad!



“Verdadera Navidad”
Mensaje de Navidad 2018
                                                             
            Mis queridos hermanos y hermanas:
  
            Las fiestas del Nacimiento del Señor nos impulsan a compartir nuestros mejores deseos; nos felicitamos y nos visitamos; nos reunimos con nuestras familias y amigos. Como Obispo vuestro deseo unirme a esta corriente de bondad y alegría compartida a través de este mensaje navideño.
            En esta sociedad plural, hay muchas formas de vivir e interpretar las cosas y las mismas palabras, usadas por todos, tienen diferentes significados. Esto ocurre con la Navidad. Para muchos esta palabra suscita, ante todo, un tiempo de regalos, comida extraordinaria, decoración luminosa, encuentro familiar, buenos sentimientos, etc. Los cristianos estamos inmersos en este mundo y de modo imperceptible podemos perder el sentido de la verdadera Navidad, su identidad más profunda. Escuchemos lo que dice el Papa Francisco: “Si quitamos a Jesús, ¿qué queda de la Navidad? Una fiesta vacía... Jesús es el centro de la Navidad, ¡Jesús es la verdadera Navidad!”.
            Por eso, necesitamos plantearnos cómo vivir esa auténtica Navidad cristiana. Siguiendo la pedagogía del Papa Francisco, os sugiero tres palabras: escuchar, adorar, compartir.
            Escuchar. La noche del Nacimiento del Señor, los pastores escucharon la Buena Noticia: os ha nacido el Salvador. Esas palabras, en la oscuridad de una noche que se iluminó, fueron acogidas por los que velaban al raso y los pusieron en camino hacia Belén. También los magos iluminados por una estrella, que les revelaba una noticia, partieron hacia Jesús.
            Celebremos la Navidad, escuchando la Palabra hecha carne que es Jesús. Acojamos la Buena Noticia: Cristo ha nacido para ti, es luz en tu camino. Leamos junto al Belén los relatos evangélicos de la infancia de Jesús.
            Adorar. Los magos, al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y encontraron al Niño con María y José y cayendo de rodillas lo adoraron. Pastores y magos se acercaron a contemplar el Misterio que se les había anunciado. Se postraron en su Presencia, la de un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre, un niño débil, el Hijo de Dios. Y lo adoraron.


            Adorar significa sentirse sobrecogidos ante lo que nos sobrepasa, inclinarnos ante el amor infinito que se nos manifiesta. Como decía Benedicto XVI, es “el reconocimiento de Dios como nuestra verdadera medida”. Pero la palabra  ad-oratio, significa también “contacto boca a boca, beso, abrazo y, por tanto, en resumen, amor”. Por eso, adorar comporta besar, esto es, mostrar la ternura, acoger en el afecto, encontrarse...
            Celebremos la Navidad, participando en la Eucaristía, donde encontramos al nacido en Belén hecho Pan de Vida, Alimento y Presencia que vivifica. Adoremos.
            Compartir. Los magos presentaron sus dones: oro, incienso y mirra. Los pastores acudieron y conversaron pero, ¿ofrecieron algo? El Evangelio sólo dice que fueron junto a esa familia pobre que vio nacer a su niño en un establo. La tradición cristiana los presenta ofreciendo y compartiendo también sus cosas. ¡Cómo no iban a compartir lo poco que tuvieran ante aquella fragilidad!
            No podemos celebrar la auténtica Navidad sin compartir, sin acompañar, sin visitar al débil, al pobre, al vulnerable. Escuchemos de nuevo al Papa Francisco: “Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2, 12). Éste es el signo de siempre para encontrar a Jesús. No sólo entonces, sino también hoy. Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la sencillez frágil de un niño recién nacido, la dulzura al verlo recostado, la ternura de los pañales que lo cubren. Allí está Dios”.
            En este mensaje quiero aludir especialmente a los jóvenes. La Iglesia este año los ha mirado con especial interés y cariño en el Sínodo, celebrado en Roma. Deseo que se encuentren con Jesús y en Él descubran la verdadera alegría y el estímulo para desarrollar lo mejor de sus vidas. Que aprendan de Él el amor más grande, que es dar la vida.
            Y pido al Señor que nuestra sociedad pueda ofrecerles mejores oportunidades para que tengan una formación sólida y un trabajo digno con el que desarrollar sus habilidades, potencialidades y valores, a fin de que sean protagonistas en la construcción de un mundo más fraterno y solidario. Con estos sentimientos me uno a tantas familias que comparten estas mismas esperanzas.
            Santa y feliz Navidad
            en la alegría y la paz
            que nos trae el Niño Dios.
            Cordialmente
           
 José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva